9.4.13


Una tribu africana

 España, en su concepción religiosa, es una tribu del Centro de África[1].

Max Estrella


         Religión-sangre. Sangre- religión. Así nos ven y así nos vio, una de tantas veces, Ganivet: “España sola sobrepuja a todas las demás naciones juntas por el número y excelencia de sus sangradores”[2]. Gautier apuntó: “el pintor [español] no se ahorrará ni una gota de sangre”[3].


Gregorio Fernández: Cristo de la Luz, ca. 1630


José Val del Omar: Collage sin título, ca. 1977-1982



El Olimpo le hace sonreír

“¿Por qué me desgarras de mí mismo?”, dijo;
“¡Ay! me arrepiento, ¡ay!, la flauta”, gritaba, “no vale tanto”.
Mientras gritaba le arrancaron la piel de encima del cuerpo,
y no había nada sino carne viva: la sangre mana de todas partes,
los músculos quedan al descubierto y las venas sin piel
brillaban temblorosas; se podían contar
las vísceras palpitando y las fibras brillando en el pecho[4].

Ovidio

            Tan sólo algunos apuntes y notas al respecto, como la necesaria comparación entre la narración de Ovidio y el Martirio de San Bartolomé de Ribera, en Osuna. Asimismo se formula una incógnita, ¿por qué supuestamente han de empeñarse los pintores en mostrar carnalmente la naturaleza humana de los santos y de Cristo, de acuerdo con la doctrina católica, pero en cambio suscita ofensa que la mitología clásica, religión centrada desde su esencia en la similitud entre dioses y mortales, no aparezca representada de forma ideal, esto es, alegórica?

Una cita -vive una de citas- de Lefort reza así:

          “Poco inclinado por temperamento a la abstracciones, siéntese en La fragua, como en La túnica, que Velázquez tiene horror a las fórmulas transcritas y que no se cuida más que de las verdades tangibles y formales. Fuera de la realidad no ve nada, no busca nada; no se pica nada de idealismo y no muestra más altas miras que traducir la naturaleza en su carácter, su movimiento, su vida, con su imprevisto pintoresco y su curiosa diversidad. También hay que notar, lo mismo en La fragua que en El Baco, así como en otras composiciones mitológicas o alegóricas, que el artista no se inquieta apenas del sentido filosófico o místico del asunto, en el que parece más bien no ver más que un simple hecho, una escena verdadera y vívida que expone lisamente, pero no siempre sin alguna ironía. Su Mercurio y su Argos, su Dios Marte, sus figuras de Esopo y de Menipo, atestiguan suficientemente este corte burlón y muy andaluz de su espíritu: en el fondo el Olimpo le hace sonreir”[5].



Eros-thanatos

Ocurre que el erotismo y la muerte están vinculados[6].

George Bataille

         El texto de Bataille inspiró una exposición que se celebró en 2010 conjuntamente en el Museo Thyssen y en la Fundación Caja Madrid[7]. El homoerotismo de San Sebastián o la figura de Magdalena como peccatrix poenitus son ejemplos a tener en cuenta. No obstante, en Lágrimas de eros (exposición), encontramos un panorama desolador de arte barroco, y aún más desolador si se trata de arte específicamente español.

         En mi opinión esto comporta poco conocimiento del tema –sea inocente o deliberado-, pues ya Weisbach había apuntado en 1920: “Dado que el factor erótico conquistó un lugar tan importante en el arte de la contrarreforma y que, sobre todo, constituye un rasgo tan acusado de la escultura barroca, hay que decir algo sobre el papel que en ella desempeña”[8].

         Por último, y como colofón final a este pequeño expositor de breves anécdotas sobre los tópicos de las pintura realista española del siglo XVII, quisiera subrayar la importancia de investigar esta línea erótica prescindiendo del componente explícitamente sexual. La unio mystica conlleva otra serie de factores sensitivos mucho más delicados, como ocurre en el San Bernardo de Ribalta o en la Magdalena de Mateo Cerezo conservada en Amsterdam.


Fco. Ribalta: Cristo en la cruz abrazando a San Bernardo, 1625-1627


ÉPÍLOGO

        
         De Cervantes à García Lorca, d’Altamira à Picasso, l’Espagne, sombre et brûlée, a donné à l’Occident sa part de beauté tragique, sans quoi il n’est pas de drame véritable. […] Tout cela le Prado le suggère, parce que l’art espagnol a su donner de l’homme, mieux que tout autre, son image vértitable, celle de l’orgueil se dresant face à la mort[9].

Philippe Caloni



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         En los meses que han pasado desde que reflexioné sobre la sangre, Dios y España, me salieron al paso algunas referencias bibliográficas, no incluidas en esta serie de cuatro entradas al blog, pero que posiblemente os interesen. Un placer.

-    Noël Valis, Sacred Realism. Religion and the Imagination in Modern Spanish Narrative, Yale University Press, 2012.

-   José Luis Marzo, El (d) efecto barroco. Políticas de de la imagen hispana (exposición), Barcelona, 2010.

-       Severo Sarduy, El Barroco y el neobarroco, Buenos Aires.






[1] VALLE-INCLÁN, Ramón del, Luces de bohemia. Esperpento, ed. Alonso Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 1996 (primera ed. 1924), p. 154.
[2] GANIVET, Á., op. cit. p. 14, nota 38, p. 11.
[3] GAUTIER, Théophile, Viaje por España, Barcelona, Taifa, 1985, p. 59.
[4] Extracto de “Marsias” en OVIDIO, Metamorfosis, ed. de Antonio Ramírez de Verger, Madrid, Alianza Editorial, 2005, libro VI, vv. 382-391, p. 206
[5] Lefort, P., op. cit. p. 16, nota 44. 
[6] BATAILLE, Georges, Las lágrimas de Eros, Barcelona, TusQuets Editores, 1997 (ed. original 1961), p. 68. 
[7] SOLANA, Guillermo, Lágrimas de Eros, Museo Thyssen-Fundación Caja Madrid, 20 octubre 2009-31 enero 2010.
[8] WEISBACH, W., op. cit. p. 14, nota 39. 
[9] CALONI, P., “Editorial”, en BERRESI, Armand (dir.), Le monde des grands musées. Le Prado I et II, París, Hachette-Filipacchi, 1963, p. 9.

 

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